Tuve la fortuna de vivir como fotógrafo la transición de análogo a digital, aprendí a usar una cámara fotográfica 35 mm, la Pentax K1000.
Imprimir mis propias fotografías era realmente mágico en el cuarto oscuro, revelar mi propia película, hacer contactos y elegir la que imprimiría bajo la nostálgica y serena luz roja, el sonido del agua que enjuaga el papel expuesto era definitivamente relajante, en fin yo me perdía en todo ese espacio con olor a revelador, baño de paro y fijador.
Ahora la tecnología nos permite acceder a equipos de impresión fotográfica de alta calidad que puede tener uno en su estudio; no son tan románticos pero si efectivos, en mi caso uso la impresora CANON PRO-1000, papeles Hahnemühle y Canson, inkjet fine art y el resultado es impresionante.
Siempre habrá cambios y el propósito es adaptarse y aprender a utilizar diferentes técnicas y procesos, yo trato de fusionarlos, me gusta lo análogo y lo digital también, lo verdaderamente importante es imprimir nuestras fotografías bajo cualquier sistema.
La impresión de una fotografía es la prueba de que algo existió en el tiempo y permanecerá en el de manera infinita.