¿Sabes qué es lo más ilógico que he hecho? El colmo de los colmos; cuando me case ¡no contraté a un fotógrafo de bodas! Pensé que no valía la pena, que realmente iba a ser una celebración tan pequeña que no era necesario, preferí invertir en otras cosas y pensé mil cosas como:
“Todos van a llevar cámara, que después nos pasen las fotos por mail”
“Le doy mí cámara a alguien y que nos tome las fotos que quiera” (Ese alguien resultó ser mí sobrino de entonces 7 años y que al final de la fiesta quedó reconocido como “el pequeño niño fotógrafo”)
“Claro que voy a tener tiempo de tomar unas fotos, pongo la cámara en el tripié y listo”
Es muy penoso decirlo pero así lo decidí y fue un gran error. Entre la emoción y la fiesta, nunca tuve tiempo de tomar fotos. De los pocos invitados que estuvieron sólo dos llevaron cámara, las pocas fotos que nos tomaron se tardaron en enviármelas y las fotos que sí se tomaron con mí cámara resultaron movidas, oscuras, borrosas... Cuando pienso en mí boda me vienen a la cabeza momentos muy emotivos y divertidos, recuerdo a las personas que se reunieron e hicieron lo posible por acompañarnos y compartir nuestra alegría. Eso no se va, aquí lo tengo en mis pensamientos. Ahora entiendo muy bien el valor de las fotografías, porque esos momentos nunca se repetirán… Entonces, he llegado a la conclusión de que las peores fotos de mi boda no son las que se tomaron, las peores fotos de mi boda son las que ¡NO SE TOMARON!
¿Te has arrepentido de no tener fotos de tu boda? ¿O conoces a alguien que les sucedió lo mismo que a nosotros? Cuéntame tu historia en los comentarios, me encantaría conocerla.